El bulldog francés es una raza canina originaria de Francia y establecida como tal a finales del siglo XIX. Fueron criados, por primera vez, por encajeras en Inglaterra y luego en Francia cuando se desplazaron por la Revolución industrial. No obstante, EE. UU. y Francia han desempeñado importantes papeles en el desarrollo de esta raza.
El bulldog francés es considerado un moloso de talla pequeña. Sus inicios se hallan en Inglaterra, con el bulldog inglés, su pariente más cercano, descendiente de las razas tipo mastín. Y como todos los dogos, su origen se remonta a los molosos de la región de Epiro en Grecia y del Imperio romano.
Es probable que esta raza sea el resultado de diversos cruces entre los toy bulldogs venidos de Gran Bretaña y diversos perros locales. Descendiente de los dogos franceses y del bulldog inglés (mucho más pesado), es resultado de sucesivos cruces que criadores de los barrios populares de París hicieron a finales del siglo xix con objeto de conseguir una raza ágil y atlética para que fueran buenos perros guardianes .
Inicialmente el bulldog francés fue un perro del pueblo, teniendo como amos a los carniceros y cocheros, más adelante paso a formar parte de la alta sociedad y el mundo artístico, debido a su aspecto original y su singular carácter, propagándose rápidamente. Debido a su adaptabilidad, tranquilidad y a que es poco ladrador, es una raza ideal para la vida en un apartamento o piso. Se adaptan bien a las casas, y al clima frío, ya que son bastante sensibles a las altas temperaturas. Es aconsejable evitar exponerlo al calor intenso y tener siempre agua disponible para hidratarlos pues pueden sufrir de golpes de calor, algunos tienen alergias alimentarias y necesitan piensos especiales adaptados para ellos. El morro chato y el sobrepeso pueden acentuar los problemas respiratorios y de articulaciones. Se adapta bien a la vida de interior y no necesita hacer mucho ejercicio, aunque como todo perro sí requiere que le saquen a pasear diariamente.